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jueves, 14 de octubre de 2010

Partido Socialista de los Trabajadores / Aporte—Autocrítica

Un Debate Fundamental: A modo de Balance Electoral

Lo cierto es que un análisis político a fondo del balance electoral no puede dejar de lado los distintos procesos políticos, económicos y sociales sucedidos durante el último período en nuestro país, el continente y el mundo, así como las vivencias y desventuras del F.A., en particular de su orgánica.

Por supuesto que en estas pocas líneas no podemos abundar sobre todos estos temas. No obstante procuraremos establecer algunos ejes que nos permitan acercarnos a la realidad política del país y de los resultados de los diferentes procesos electorales

¿Agotamiento de un modelo?

Desde el punto de vista de quienes procuramos los cambios sociales profundos, de raíz – y que ha sido una de las banderas más queridas del FA a lo largo de su historia -hay varias cosas que se están agotando. Desde otro punto de vista, de quienes han vivido a costa de la opresión de la inmensa mayoría del pueblo uruguayo, el sistema político no solo ha evolucionado bien en los últimos años, sino que ha representado una magnífica sorpresa.

Para no ir tan atrás como 1971 o el pachecato, dejando de lado también la lucha contra la dictadura y la salida de la misma, podemos ver que desde 1989, año del primer triunfo electoral del FA en la Intendencia de Montevideo hasta la fecha, muchísimos cambios se han sucedido, la mayoría de ellos lamentablemente contrarios a las aspiraciones populares.

El FA cambió, no solo programáticamente. Respecto a lo político basta con comparar programas emanados de los distintos Congresos o las diversas plataformas electorales para constatar la permanente y constante rebaja de los planteos, o dicho de otro modo, la asimilación de quienes han ostentado la mayoría dentro del FA al sistema político vigente. Este sistema político, no hay que olvidarlo fue objeto hasta no hace tanto tiempo de críticas fundadas y siempre ha sido funcional a las clases dominantes del país.

La rebaja programática fue acompañada por una asimilación a la institucionalidad, lo cual no es nada extraño considerando, desde una óptica pragmática los 20 años de gobierno municipal en Montevideo y el segundo gobierno nacional que recién comienza.

El problema estriba justamente en el pragmatismo y el mundo de lo posible, lo que antiguamente se llamó la “realpolitk”, o desde nuestro punto de vista, el abandonar definitivamente las banderas del cambio social por el aggiornamiento pragmático al sistema. Ya no buscamos los cambios sino el ser jueces justos y correctos ante los conflictos sociales, cosa de por sí imposible y más si seguimos postulando un capitalismo aunque tenga rostro humano.

De cuestionador de un modelo a estabilizador del mismo

Cuando se ganó la Intendencia de Montevideo en 1989 y también durante la campaña electoral que casi nos permitió ganar las elecciones nacionales de 1994, un viento de esperanzas de cambios sociales inundó a nuestro país, esperanzas alicaídas luego de las derrotas sociales y la votación de la ley de impunidad durante el período anterior. El “sí se puede” era algo casi incuestionable en el sentir popular. Parecía que los cambios vía elecciones era la forma que tenía el pueblo uruguayo para conseguir sus objetivos, concepción que venía desde el referéndum del ’80 y que aparentemente se consolidó con el triunfo en el plebiscito sobre las empresas públicas en el ’92.

Tanto en la interna del FA como en el resto de las organizaciones políticas estaba claro que el mismo era un tercero en discordia en el sistema político nacional. Su progreso electoral implicaba un claro cuestionamiento al mismo, por lo menos hasta 1994.

Pero también en este tema ya se sentían vientos de cambios como ya señalamos. La rebaja programática y de banderas que Congreso tras Congreso se iba concretando, se acompañó con la institucionalización. Así de cuestionador del sistema, que es lo que la gente quería, se transformó en el principal instrumento de sustentación y equilibrador del mismo. De ser izquierdistas nos transformamos en progresistas.

Al mismo tiempo gran parte de los partidos tradicionales de ser abiertamente derechistas son cada vez más progresistas generando grises de diferentes tonos y mezclando todo en un gran gatopardismo ideológico general, confundiendo todo y fomentando la concentración de lo político en personalidades y caudillos.

La coalición sobre el movimiento: las bases sitiadas

No es casualidad entonces que muchas voces oficiales del gobierno y del parlamento, ni mencionen más el carácter de movimiento del frenteamplismo. Dan por hecho y así lo dicen permanentemente sin que nadie lo cuestione (por ejemplo el presidente del FA), que estamos en una coalición, y que además las cosas se definen en cuatro paredes entre los que obtuvieron más votos: los llamados “grandes”.

Al mismo tiempo se dio otro proceso paralelo: esta transformación del FA fue acompañada por acuerdos más amplios (Encuentro Progresista, luego Nueva Mayoría), junto a una centralización de las decisiones en los “sectores mayoritarios”. Esta concentración y exclusión abandona el espíritu inicial de coparticipación y apertura, no sólo hacia los grupos minoritarios sino hacia las mismas bases.

Se bastardeó, (no tenemos otro término menos fuerte para caracterizar este hecho), el sentido de amplitud y generosidad histórica por parte de organizaciones generalmente consideradas como “mayoritarias” ( casi siempre relativo a su capacidad electoral ) que fue uno de los elementos que favoreció y concretó la unidad de la izquierda en nuestro país.

Hablamos de respetar tanto a las bases, a todos los independientes y a las organizaciones más chicas

La UNIDAD POPULAR, tanto en lo social como en lo político, que se expresó en lo anteriormente dicho, se conquistó en dos momentos históricos fundamentales de la historia del país. Se presentó producto de las luchas populares y sociales y fundamentalmente sindicales durante las décadas del ’50 y ’60, fundando la CNT y posteriormente dando lugar al nacimiento del FA. Estos dos fenómenos están ligados aunque no derivan uno del otro mecánicamente.

El otro momento fundamental que consolidó la Unidad político y social fue durante las luchas que resistieron la dictadura, que ayudaron a votar contra el plebiscito constitucional primero, votar en blanco en las internas blanquicoloradas después, y refundar el movimiento sindical con el PIT primero y el PIT-CNT después.

En todas estas instancias la participación de las bases frenteamplistas, (aunque antes del ’71 no existieran formalmente como tal) fue determinante.

Cuando finalmente se disolvieron el Encuentro Progresista y la Nueva Mayoría, quedó un partido más del sistema político, muy poco diferenciado de los partidos tradicionales, tal vez con un énfasis mucho mayor en lo social pero estando muy lejos de un fanatismo por la distribución social.

La participación y el “control de los de abajo” fue lo que no se quería. En este sentido el triunfo de los sectores mayoritarios fue completo.

Hay que recordar que uno de los elementos que empujaron la renuncia de Seregni a la presidencia fue justamente cuando las bases organizadas, junto a grupos menores impidieron la transformación del Frente Amplio en lo que hoy justamente es.

Se creó un Secretariado que concentra las decisiones y además es muchas veces ignorado por la bancada parlamentaria que hace y deshace casi siempre sin consultar la cada vez menos efectiva y eficaz orgánica. La Mesa Política es tomada en cuenta sólo cuando hay que confirmar la línea elaborada quien sabe dónde. Ni hablar del Plenario Nacional.

Elecciones: Resultados previsibles

Las elecciones de octubre y mayo, incluso las internas, muestran cambios notorios y aparentemente radicales. Para nosotros, no obstante, en muchos aspectos reflejan lo analizamos más arriba, a saber:

1. Elección tras elección se constata una creciente dinámica a mimetizarse el FA con los partidos tradicionales, tanto en lo político, lo programático, lo ideológico y también en el funcionamiento, concentrando en pocas manos y en las organizaciones con representación parlamentaria e institucional el poder de decisión a costa de la participación de las bases y de otras organizaciones.

2. De cuestionador del sistema el FA devino en estabilizador del mismo; de izquierdista en progresista; de una amplia participación con discusiones que llevan tiempo para que todas y todos pudieran discutir, en instancias cada vez menores y restringidas; de unitarios y generosos en cuestionadores de la unidad tal cual se daba; de respetuosos de los organismos en cuestionadores de las resoluciones de las instancias amplias como los Congresos.

No es raro por lo tanto, el desánimo que ha alcanzado a la militancia frenteamplista. Cada vez hay menos compañeros y compañeras para atender las tareas de propaganda y electorales y la nueva gente que se reivindica frenteamplista se ha acercado acompañando las ideas del progresismo, sin responsabilidad militante alguna, dejando en manos de sus caudillos o representantes todo lo que tiene que ver con lo político que no lo sienten como suyo salvo ir a votar de vez en cuando.

Toda una nueva generación de uruguayos se ha sumado a la vida política que no sufrió ni la década del ’60 y tampoco la dictadura, por lo tanto tienen una visión menos comprometida con la historia y la razón de ser del FA.

Todo ello se agrava cuando en lugar de diferenciarnos con lo que fue y es la historia y la esencia de los partidos tradicionales defensores de los poderosos a lo largo de toda su vida, somos parte del confusionismo existente mezclando todo, conceptos, ideologías y políticas.

Ya no hay más enemigos, ni siquiera los torturadores, asesinos y secuestradores de niños, que de la noche a la mañana devinieron en “pobres viejitos” a los que hay que liberar, con consideraciones de que en el pasado hubo una guerra y ahora queremos llegar nuevamente a la visión de finales de la Guerra Grande: “Ni vencidos ni vencedores”

Concepto por demás mentiroso ya que tanto en la Guerra Grande como con el proceso de los ’70 y la Dictadura Militar hubo vencidos, “el pueblo”. Por otro lado entender el proceso de la lucha de clases como una guerra entre dos adversarios (Teoría de los dos demonios) es no haber participado activamente en la resistencia y lucha contra la dictadura.

La alternancia en el gobierno hace tiempo que se da entre la socialdemocracia y el liberalismo (abarcando en ambos conceptos todas las vertientes posibles). Lo mismo comienza a darse en Chile y posiblemente Brasil. Si seguimos así será el futuro de Uruguay. Estos cambios teóricamente correctos en una democracia irreal, no ha producido casi ningún beneficio a largo plazo para los intereses populares en ningún país. Los cambios sociales de corto plazo terminan subsumíendose en el beneficio empresarial.

El capitalismo con rostro humano se transforma así en capitalismo a secas, sacándose su disfraz, más en tiempos de crisis como los actuales.

Mudanzas necesarias

Es necesario resistir la asimilación de nuestro FA con los partidos tradicionales. Se hace fundamental hacerlo, retornar a su papel de rebelde del orden instituido y para ello es fundamental retornar a algunas formas organizativas del pasado. En primer lugar a esa forma de movimiento heterodoxo donde la participación de las bases y de los independientes tenía un peso mucho mayor que en la actualidad, donde la Mesa Política, compuesta por todas las organizaciones no importa el tamaño de cada cual, sea la verdadera dirección, donde los actores de la institucionalidad, sea del Ejecutivo, Parlamento o Municipios se atengan a las resoluciones del FA.

Que los compañeros y compañeras que nos representan en cualquier instancia de la institucionalidad nos representen a cabalidad. No puede seguir aconteciendo esas transformaciones de quienes asumen algún cargo y se olvidan de quien los llevó allí: el pueblo y la organización frenteamplista.

Políticamente es fundamental retomar las banderas del cambio social substancial, sin medias tintas.

No desconocemos que las medidas instrumentadas tanto en el gobierno de Vázquez como en el actual en muchos casos beneficiaron a los menos pudientes y que ambos gobiernos no se pueden comparar con los de los gobiernos anteriores. Pero no sólo tienen gusto a poco sino que casi siempre quedan a medio camino. Es que tenemos que reiterar que no existe un Uruguay de todos/as, existen varios Uruguay sintetizados básicamente en dos: el de los poderosos, que ganan aunque haya crisis – como en el 2002 – y el de la inmensa mayoría, oprimidos/as, que siguen perdiendo aun cuando el país crezca y hayan medidas sociales paliativas.

A esto tenemos que responder no con medidas tibias y confusas que procuran consensos con los dueños reales del poder que apenas nos aguantan porque todavía no pueden ajustar las cuentas con el pueblo. El capitalismo, basta mirar el mundo actual, no es esencialmente ni humano, ni ecológico ni tiene aspiraciones sociales. Siempre quiere ganar cada vez más.

Si lo que se busca es la inversión trasnacional a costa del desarrollo realmente nacional, si se pretende seguir con esa utopía reaccionaria del “buen capitalismo”, entonces las medidas adoptadas por los gobiernos del FA hasta ahora son las correctas. Será el fin del FA tal cual lo conocimos. Es lo que pretenden quienes procuran profundizar el camino asumido aprovechando los resultados electorales para que el FA sea definitivamente parte de la institucionalidad burguesa por más aspiraciones sociales que tengan y que no desconocemos.

Nosotros estamos por el camino contrario. Seguimos apostando al pueblo organizado en la lucha. Queremos que el FA retome su papel de vindicador de los intereses de quienes menos tienen, con una gran participación popular, aun cuando los debates lleven una eternidad. Estamos a tiempo y podemos hacerlo.

Partido Socialista de los Trabajadores – FA – Julio 2010

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