Aportes para la reflexión del Frente Amplio y su estructura.
Las elecciones del 9 de mayo pasado abrieron un debate postergado desde hace tiempo en la izquierda. Quizás, esta reflexión debió haberse hecho antes. Quizás su postergación se debió al trabajo y la acción en el gobierno nacional, situación inédita hasta el primero de marzo de 2005. En efecto, la victoria del Frente Amplio en las elecciones en octubre de 2004, relego a un segundo plano la necesaria discusión que la izquierda se debía para afrontar los nuevos desafíos que tiene por delante. Si a ello le sumamos que el gobierno, y era de esperar que fuera así, se consumió todas las energías de la propia fuerza política, el debate interno quedo por cinco años postergado. Tan es así que en la victoria de octubre de 2009, nadie quería ver los problemas que en la conquista de la misma se tuvieron. Ahora, tras las elecciones de mayo de 2010, y producto de una pérdida enorme de votos de frenteamplistas, que votaron en blanco, sobre todo en Montevideo, nadie tiene dudas que amerita el debate y la reflexión dentro del Frente Amplio y por lo tanto la discusión está planteada.
El secretariado del Frente Amplio, primero, y la Mesa Política después, fijaron una base de discusión bien amplia, basada en el último periodo de nuestra fuerza política y con la expectativa de que este año esta reflexión este concluida. Concordamos en ello, como elementos democratizadores de la discusión. Llegar a todos lados y con plazos que nos permitan producir la reflexión correspondiente, hace a la propia discusión que tenemos por delante. Pero esos aspectos no alcanzan si no se genera una visión crítica, muy crítica, que permita ver con ojos desapasionados a nuestra fuerza política y el contexto en la que ella se mueve. Ambas cosas, el Frente Amplio y la realidad nacional, deberían explicar porque, uno u otro, o los dos en conjunto, han hecho que muchos votantes, incluido militantes, hayan optado, en esta circunstancias, por votar en blanco y no a nuestros referentes departamentales propuestos. Es ahí, que desde un hecho electoral, debemos desentrañar cuan profundos son los alejamientos con el conjunto de ciudadanos que nos acompañan.
La discusión, por lo tanto, conlleva un punto de partida, sin el cual no va ser posible la construcción de escenarios futuros que le permitan a la izquierda conectar nuevamente con la gente. Aspecto que si no estamos todos de acuerdo con él, difícilmente podamos alcanzar visiones parecidas o concordantes. Los números electorales cantan, no hay duda que se produjo un retroceso, un enorme retroceso, de la fuerza que encarna la igualdad en el país. No solo porque perdimos varios departamentos, que supuestamente teníamos ganados, sino porque hay una clara sanción del electorado de izquierda, al no convalidar en esta circunstancia, las propuestas y candidatos que se les puso a consideración. Ese retroceso, o DERROTA, para que nadie crea que estamos usando eufemismos, o ese avance de la derecha en nuestro país, es pura y exclusivamente nuestra responsabilidad y de no mediar una reflexión que corrija rumbos, en próximos comicios la tendencia de la gente que ha seguido a la izquierda por décadas, nos dará definitivamente la espalda. Y esa reflexión le cabe más que nada a la propia fuerza política, al Frente Amplio.
Es que no podemos cargar las tintas en la acción de gobierno, ya que los logros del mismo, fueron de tal magnitud y de tal dimensión, que pocas veces nuestro país vivió épocas de bonanza y distribución como se vivieron en el gobierno del Frente Amplio y de Tabaré Vázquez. Desde los planes sociales implementados, que combatieron, por todos lados, la indigencia y la pobreza de nuestro país, incluido el plan estrella, el plan Ceibal, hasta todos los avances económicos que el país ha llevado adelante, fueron exitosísimos. Reducción del desempleo, aumento de los puestos de trabajo, aumento de salarios y de jubilaciones, aumento del salario familiar, para nombrar sólo algunos de los logros de la izquierda. El nivel de inversión en nuestra economía, el aumento del consumo y de la calidad de vida de nuestra gente, así como los presupuestos de educación y salud, donde se multiplicaron los recursos, son parte de una gran mejora en la situación de nuestro pueblo. No es ahí donde está y por lo que se expresa la insatisfacción de nuestra gente y menos de nuestro pueblo. Fue por esos logros que nos acompaño en octubre de 2009 con la fórmula Mujica Astori. Y si bien es cierto que ya en octubre se tuvo una votación menor a la esperada, el pueblo uruguayo dejó a la izquierda con mayoría parlamentaria y apoyó con creces en la segunda vuelta a la izquierda, para que siguiera gobernado. No radica en la acción del gobierno la distancia que hoy nos separa de hombres y mujeres que nos apoyan. Es más, en esos logros nos basamos para que los frenteamplistas y la mayoría de los ciudadanos nos sigan respaldando. En todo caso, si hay que señalar una situación específica, es que la propia fuerza política y todos los dirigentes políticos que la integramos, no confiamos desde el inicio, salvo excepciones, en las políticas implementadas y los logros por venir. Salimos tarde a amplificarlos, cuando ya eran notorios y visibles para buena parte de la población, que sin embargo todavía no nos veía muy convencidos de ellos. Apropiarnos de los logros del gobierno, debió ser la consigna, y sin embargo lo hicimos tarde y mal y por lo tanto defendimos muy poco a una de la gestiones más exitosas que ha tenido el estado uruguayo desde su propia fundación.
El disgusto de la gente y lo que motivó en parte su alejamiento se dirige fundamentalmente hacia la fuerza política. Están aquí los problemas por los que nuestra propia gente no se ve reflejada ni representada por la estructura que dirige nuestra fuerza política. Y aunque algunos crean que los problemas son de coordinación o de organización, que sí los hay, nosotros creemos que los problemas son más conceptuales, que organizativos. Son más de concepción de la fuerza política, que del rol de tal coordinadora, o tal comité de base o de tal departamental. La propia discusión en la que estamos embarcados va a poner de manifiesto quiénes piensan que es un asunto que puede resolverse con cambios mínimos o no tan mínimos del estatuto y quiénes pensamos que hay un tema conceptual a zanjar antes de toquetear los estatutos o poner todo el peso de la responsabilidad en la estructura, o en aferrarse a los comités de base o en sostener que el futuro sólo está en manos de las redes de militantes. Y es ahí donde está el principio de las cosas, si estamos dispuestos a ver más allá de esta elección, y por lo tanto llegar hasta los cimientos del edificio que estamos construyendo.
La derrota o retroceso de mayo de 2010, y derrota es una palabra muy pesada y cuesta llevarla encima de los hombros, no fue casual. Y negarla va tener sus consecuencias, la primera de todas, seguramente, será devaluar la propia discusión interna. Porque si todo está bien nada hay que arreglar. Algunos compañeros niegan la derrota y nos expresan, una y otra vez, que hoy gobernamos a más del 65% de la población a nivel departamental. “¿Cual derrota?” nos dicen a viva voz. “Somos gobierno nacional, tenemos mayoría parlamentaria, gobernamos 5 departamentos, tres de ellos son los más grandes del país. Después de cinco años de gobierno, donde está la derrota de que hablan? ”. Quienes se encierren en ese exitismo, poco podrán avanzar en la reflexión y es ahora que estamos a tiempo de corregir los errores para enfrentar el futuro. Cuando no se acepta que cerca de 80.000 ciudadanos frenteamplistas montevideanos prefirieron votar en blanco a sumarse a cualquiera de las listas departamentales que presentó el Frente Amplio, no se quiere ver que hubo una derrota política, aunque se siga manteniendo el gobierno departamental de Montevideo. Y es ahí donde se produjo la derrota más importante. No se trata de departamentos que se ganaron en el año 2005 por 300 votos o 1000 votos y que ahora se perdieron, sabiendo todos que era muy difícil retenerlos, máxime cuando los blancos o los colorados dejaban de votar su lema para sumarse al lema del otro partido tradicional y lograr así arrebatar la mayoría departamental al Frente Amplio. Es en Montevideo y en Canelones donde se produce el desencanto de nuestra propia gente y lo expresa en muchos casos no acompañando y en otros muchos casos seguramente acompañando, pero con los puños apretados. Nada tienen que ver con eso nuestros candidatos, que por cierto mucho colaboraron para obtener el triunfo en sus respectivos departamentos. Hay alegría de nuestra gente con lo que se ha hecho y se hace a nivel de gobierno nacional, pero hay desazón por lo que no hemos hecho los dirigentes que gobernamos la fuerza política. Hay descontento por cómo se dieron algunos episodios en que elegimos compañeros para que nos representaran frente al electorado. Hay preocupación y desconcierto sobre cómo es el proceso de toma de decisiones en el Frente Amplio. Hay tensión entre las formas de participación política, tensión entre la formal (comités de base) y la informal (redes), descalificándose unos a otros. Hay preocupación de base, no hablamos de los comités, sino de la gente de a pie. Justamente de la gente que ha dejado de participar, porque no confía en quienes dirigimos la fuerza política y en cómo ésta expresa su liderazgo. Todo ello es lo que está arriba de la mesa para su discusión.
Pero empecemos por lo más profundo. Hay falta de amplitud. Amplitud es la palabra. El Frente Amplio todos estos años y sobre todo los últimos meses ha perdido de vista el valor esencial que ha sido la amplitud. Desde su gestación la palabra “Amplio” tuvo la misma fuerza, como valor conceptual, que la palabra “Frente”. Y si ese valor de amplitud no hubiera estado arriba de la mesa, difícilmente se hubiera constituido el Frente Amplio. La amplitud lo permeó en todos sus aspectos. En la organización, las coordinadoras, comités de base, para que todos tuvieran su lugar, incluidos los que no estaban sectorizados. También permeó en lo conceptual buscando que se respetaran todas las voces que lo constituían. Y cuando el Frente Amplio sintió que tenía que ser más amplio, en políticas de alianzas todavía más desplegadas, constituyó el Encuentro Progresista y luego la Nueva Mayoría, para dar cabida a más y más brazos para lograr la victoria de la izquierda. Y si bien compartimos que era muy importante que toda esa estructura política se resumiera en una sola organización y en una sola dirección, y esa organización política era sin duda el Frente Amplio, no imaginábamos que el cambio de nombre implicara haber concluido con la amplitud. Por supuesto que el nombre es Frente Amplio, por mil razones de historia y de presente y además con toda la fuerza y simbología que el nombre conlleva, incluida esa palabra maravillosa que es Amplio. Pero en la vorágine de los últimos acontecimientos nunca sospechamos que en el camino iba a quedar rengueando la amplitud tantas veces valorada.
Ejemplos hay muchos y todos hemos sido responsables, lo que en nada atenúa los hechos. En la elección de candidatos por el V Congreso del Frente Amplio “Zelmar Michelini”, tanto en el procedimiento como en su resultado, así como en el proceso por el que se resolvió la candidatura en Montevideo, faltó amplitud. No estamos hablando de que no se hubieran consensuado mecanismos, procedimientos, o resoluciones, por todos, nosotros incluidos, y en todas ellas hemos participado. Pero esto en nada eso atempera que en cada caso se dio un paso más para alejarnos de la amplitud y por lo tanto de la gente. Amplitud que se ha ido perdiendo como concepto. Unos dicen “las redes” y otros dicen “los comités de base”, y cada uno excluye al otro. Como si no pudieran convivir dos o más formas de participación política, con sus virtudes y defectos, cada una de ellas, como tiene cualquier construcción humana. La pérdida de amplitud, ha llevado a que frente a cualquier hecho internacional, sobre los cuales en muchos casos tenemos diferencias apreciables, nos esforcemos por tener una sola voz, generando reuniones y reuniones para luego parir una resolución que no representa ni a tirios ni a troyanos. Sin embargo, el Frente Amplio desde su creación aceptaba la diversidad, más aún en el plano internacional. No se gastaban esfuerzos en ponerse de acuerdo, en aspectos en los que se sabía de antemano que no podía haberlos. Se lo vivía con naturalidad. El Frente, era un Frente Amplio y Amplio era su espectro interior y por lo tanto Amplia era su diversidad.
La política de alianzas, desde el inicio del Frente Amplio, fue diversa y amplia. El objetivo era construir una fuerza política, que recorriendo los caminos en paz y en democracia, generara una gran alternativa de izquierda a los partidos tradicionales. De ella deviene su nombre. El primer acuerdo en términos políticos aquel año, la conformación del Frente del Pueblo, entre la lista 99 de Zelmar Michelini y 808 del Partido Demócrata Cristiano, finales de 1970, derivó en un debate de pocos meses por cierto, pero muy intenso. Lo que se discutía era si ese Frente del Pueblo inicial, no debería ser más amplio. Y en la polémica, en que jugó un rol protagónico Rodney Arismendi, principal figura del Partido Comunista, primó el sentido de amplitud. Fue tal la fuerza de la gente empujando por un Frente Amplio, que la realidad acuñó su nombre para siempre. Y aunque en aquella instancia se voto en el lema Partido Demócrata Cristiano, a lo que en otras circunstancias diferentes sectores podrían haber puesto objeciones, lo cierto es que la gente votó al Frente Amplio y dentro de él a cada uno de los sectores de su preferencia. Esa amplitud se vio reflejada, tiempo después, por la enorme solidaridad de la gente con los perseguidos. Cuando un compañero o compañera era perseguido, o ya detenido no se sabía dónde estaba, nadie se puso a preguntar a qué sector pertenecía ese compañero o esa compañera, sino que se le tendía una mano para ayudarlo en cualquier situación. La propia represión, primero del gobierno de Pacheco Areco y luego de la dictadura cívico-militar encabezada por Bordaberry, selló una unidad inmensa en la diversidad, que volvió a cimentar la amplitud de miras de toda la izquierda. Hay lecciones de heroísmo y desprendimiento de la gente de aquella época, hechos que son memorables, sin que nadie preguntara de qué color político era aquél a quien se ayudaba. Esa política de alianzas llevo en reiteradas oportunidades a ampliar los horizontes de la izquierda, primero al Encuentro Progresista y luego a la Nueva Mayoría, las cuales posibilitaron el triunfo de la izquierda en octubre de 2004. Esa política de alianzas estaba basada en una organización común, autoridades comunes y en el campo electoral se comparecía con un programa común y una formula única. Pero, por sobre todas las cosas, estaba basada fundamentalmente en la diversidad de ideas y la amplitud de criterios que integraban los sectores del Frente Amplio. Esa fuerza amplia convocaba y acumulaba año tras año, elección tras elección. Cuando en este periodo electoral por primera vez se desacumula electoralmente, nosotros creemos que en la política de alianzas y en la amplitud de la mismas es dónde hay que buscar la respuestas. Y para que esa política de alianzas dé resultado y la amplitud se exprese, hay que predicar una enorme fraternidad adentro, que permita construir lazos más allá de los estatutos y de los acuerdos formales. La elección de nuestros candidatos en el congreso nacional, es muestra de pérdidas de fraternidad. Fraternidad que tiene una sola lógica: “Para que al Frente Amplio le vaya bien a todos los sectores les tiene que ir bien, y si a todos los sectores les va bien, al Frente Amplio le va bien. En resumen cuánto mejor le va al Frente Amplio, quienes pierden son los partidos de la derecha”. Fraternidad, Amplitud, Política de alianzas, Política de alianzas, Amplitud, Fraternidad, son tres elementos políticos esenciales para el despliegue de las fuerzas populares y por ende la victoria electoral. Los hubo en plenitud en 2004 y 2005, se erosionaron en el 2009 y 2010 y por lo tanto, es aquí donde acumulamos retrocesos o derrotas.
El Frente Amplio necesita un fuerte impulso renovador que demuestre capacidad de transformación y superación de insuficiencias. Para aportar a ese proceso, sería bueno revisar algunos puntos sobre los que es necesario trabajar.
Los objetivos del Frente Amplio.
El Frente Amplio es antioligárquico y antiimperialista. Persigue la construcción de un país próspero, desarrollado, la superación de la pobreza y el desarrollo de la sociedad desde un criterio de justicia y equidad, que permita la ampliación de sus libertades. El Frente Amplio no es anticapitalista, no se propone “la revolución” en su sentido clásico, ni el asalto al poder ni la implantación del socialismo. Es absolutamente legítimo que cualquiera de sus sectores se identifique con esos objetivos y su lectura ideológica, lo que no es legítimo ni procedente es tratar de imponer esa lectura al conjunto, reclamarle al gobierno un rumbo que no ha sido aprobado en la fuerza política y confundir de continuo los objetivos frenteamplistas con las particulares aspiraciones sectoriales.
El rol de la fuerza política con el Frente Amplio en el gobierno.
El escenario natural de la fuerza política es la sociedad civil, su cometido principal es comunicar y articular con ella, promover y sostener permanentemente nuestras políticas, incrementar la base de apoyo y la opinión favorable a nuestra acción de gobierno, afirmar nuestro papel transformador. La fuerza política no es el ámbito para ejercer el contralor, la corrección o el seguimiento permanente de la acción de gobierno, pues su especialidad y disposición orgánica obedece a otro campo de acción, para eso está el Parlamento y nuestra bancada de legisladores. La fuerza política no puede ser en ningún caso el ámbito para oposiciones y contradicciones con el gobierno frenteamplista, ni para sistemáticos juegos de confrontación y perfilismo a expensas de nuestro propio gobierno, que degradan y debilitan al conjunto del Frente Amplio. Si la fuerza política no tiene como objetivo y acción continua la defensa de su gobierno, la promoción de sus reformas y la propaganda de sus logros, entonces renuncia al cometido central de su acción política.
El Frente movimiento
En la actualidad, el Frente Amplio movimiento no se expresa en la estructura orgánica. La estructura territorial frenteamplista que lo invoca, en el campo de la realidad no lo contiene ni lo representa. Hoy es un espacio en el que fundamentalmente participan militantes clara y sólidamente sectorizados, que en su enorme mayoría pertenecen a los sectores con mayor poder de organización y capacidad militante. Se ha convertido en un espacio de control y competencia sectorial, cuya expresión en los organismos de conducción del FA materializa una suerte de doble representación de aquellos sectores con mayor presencia a nivel de los Comité de Base. El Congreso del Frente Amplio es su máxima contradicción pues representa un Congreso de militantes sectorizados orgánicos y disciplinados, que discuten y resuelven desde la estricta perspectiva del sector al que pertenecen. Es la negación del movimiento, entendido como expresión ciudadana de frenteamplistas cuyo punto de referencia político es el Frente como tal y su ámbito de inserción y contenido es la propia sociedad civil. Lo que tenemos hoy es una expresión militante cuyo punto de referencia y contenidos políticos provienen del sector al que pertenecen y su ámbito de inserción es la propia estructura del aparato organizado. Es un modelo agotado que debería ser remplazado por otro más representativo, pero si no existe disposición en ese sentido, por lo menos debería cambiarse la composición de los organismos para mitigar tan flagrante duplicación y exceso que deforma la vida interna del FA.
La toma de decisiones. Este es un aspecto básico, cómo se toman las decisiones. Se debería discernir con madurez en qué asuntos adoptar decisiones que nos representen y obliguen a todos, y en cuáles no debería haber decisión expresa del Frente Amplio, para no erosionar las posiciones de los sectores que lo integran y conservar la amplitud imprescindible de nuestra fuerza. A esos efectos hay dos campos bien definidos, uno es el que deriva del apoyo a la gestión del gobierno, ahí debe haber definiciones en tiempo y forma. En los otros temas que no derivan de la acción del gobierno hay más plazos y en muchos casos, como las declaraciones internacionales, puede no ser necesaria una declaración común, porque no es posible un criterio unánime y cada sector debe respetar fraternalmente la opinión de quienes están en distintas posiciones. Para los temas de gobierno, el Frente Amplio se expresa oportunamente en las orientaciones macro, en el programa que fija los grandes rumbos y en la elección de los candidatos, luego debe delegar en los compañeros que están llevando la tarea de gobierno la gestión correspondiente. Cuando sea necesario expresar opinión, debe intentarse que los temas se discutan en tiempo y forma para que nadie sienta que se instala la política de hechos consumados. Debemos agotar las instancias que permitan consensuar lo más posible las posiciones, pero sin agotarnos en discusiones eternas que logran soluciones lavadas, que no representan a nadie y que alejan a la gente de nuestra fuerza política.
Los Comités de Base pueden seguir siendo una herramienta válida para el desarrollo del Frente Amplio. Lo que sencillamente no puede ser es que sea la única herramienta, A esta altura es una obviedad, Los Comités no pueden ser el único canal de participación y comunicación de los frentamplistas. Negarse a otras posibilidades de participación y representación orgánicas es a esta altura ridículo. Es notorio que la enorme mayoría de los frenteamplistas no participan de los comités de base y que éstos se han mantenido por un grupo de sacrificados militantes. Con el correr del tiempo buena parte de los comités han terminado funcionando en base a la participación de militantes que pertenecen a un par de sectores. Por la propia vida de los comités, la amplitud de los mismos y el fortalecimiento de estos y del propio Frente Amplio deberían exigirse, además de todos los requisitos ya existentes, un mínimo de sectores representados en los mismos para su habilitación.
Las redes sociales han tenido un enorme protagonismo en las últimas elecciones, ya sea porque utilizan métodos de convocatoria novedosos, ya sea porque una gran cantidad de jóvenes se ven convocados por ellas, ya sea porque las redes llegaron para quedarse o por múltiples razones, el Frente Amplio no puede desconocer ni esta forma de comunicación ni este potencial movilizador. Y sin anteponer las redes a los comités de base o viceversa, ya que ello es una falsa dicotomía, ambas deben tener un lugar en la comunicación y movilización de nuestra fuerza política. Deberíamos crear una secretaria o enlace que este en permanente contacto, que dialogue y que discuta, con las redes sociales de izquierda.
Los Jóvenes y su participación en el Frente Amplio. Hay que reconocer que tenemos una fuerza política cuyos participantes más asiduos tiene una edad promedio muy elevada. En la última década hemos sufrido el paulatino retiro de los jóvenes de las instancias orgánicas del FA. El Frente Amplio como tal, no posee un conjunto potente de mensajes y propuestas dirigidas a los jóvenes, no ha incorporado su necesidad como eje vital para el desarrollo y el futuro del Frente Amplio. No alcanza con ofrecer espacios y discursos genéricos. Hay que comprometerse como fuerza política con una agenda de temas juveniles, su fuerte difusión y la realización de actividades públicas y abiertas de corte generacional con amplia convocatoria
Los estatutos necesitan cambios y modificaciones. Estos deben hacerse con mucho consenso atrás, desde la perspectiva de la amplitud y fraternidad correspondientes. Debería repensarse la representación de las bases tal cual está en cada organismo. Ya que en la medida que los militantes de base son sectorizados, tienen partido, generan una disparidad muy grande que desequilibra a todo el Frente Amplio. Esta representación de base les da a los sectores políticos, que tienen un trabajo importante en ella, una representación adicional, muy grande, para algunos, y muy menguada, para otros, desequilibrando todo dentro de la fuerza política. Incluso se generan mandatos imperativos en algunos comités o coordinadoras, que obligan a tener una sola voz y una sola posición política en los congresos, no dejando expresar el crisol fermental de aportes y posiciones que surgiría si esos mandatos no existieran. Esto distorsiona aun más la realidad. La integración del Congreso debería modificarse, para hacerla más equilibrada y representativa de la realidad. La representación de los Comités de Base debería reducirse al 50%. Al mismo tiempo, debería prohibirse el mandato imperativo. Por otra parte, ha llegado el momento de analizar el tema de las cuotas de género y de juventud en los organismos de decisión del Frente Amplio. Como sector, nos pronunciamos sin vacilar por aplicar un sistema de cuotas que asegure la adecuada representación de la diversidad de los frenteamplistas en los organismos estatutarios de conducción del FA.
La Presidencia del Frente Amplio, debería surgir de una elección abierta a todos los frenteamplistas. Elegir nuestras autoridades en reuniones cerradas, o en decisiones entre cúpulas partidarias, ya no es un procedimiento aceptable para el pueblo frenteamplista. Es en instancias como ésta en que la gente siente que debe participar y expresarse. Debería hacerse por voto secreto, a padrón abierto con afiliación simultánea, los cual permitiría dar un impulso inmenso de renovación a la estructura partidaria. Los dos o tres compañeros más votados, serian presidente y vice o presidente, vice y segundo vice, dando también así los equilibrios necesarios para el buen desempeño futuro del Frente Amplio.
Obviamente, si se aplicaran estas últimas propuestas sin los cambios de concepción que el Frente Amplio requiere, desde nuestro punto de vista, de nada serviría. Como de nada serviría que haya cambios de concepción, aquéllos que el Frente Amplio debe ir a rescatar a su propia génesis como la amplitud y fraternidad con la cual pudo nacer, si no se realizan cambios visibles, palpable evidencias que demuestren a los frenteamplistas que tomamos buena nota de lo que ocurrió en mayo de 2010. Amplitud, fraternidad, y cambios de estatutos acordes a múltiples formas de participación, permitirían al Frente Amplio construir, paso a paso, las futuras victorias por venir.
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